Siempre ha habido gente que de aburrida
se ha entretenido emparejando a los demás. No le bastan los chismes que airea
entre conversaciones de conventillo, por eso necesita organizar la vida de
todos y si se trata de la sentimental mucho mejor.
De conventilleros a trotaconventos como
se les señalaba a estos profesionales en la Edad Media. Eran también llamados
alcahuetes, que en árabe quería decir mensajeros, pues mensajes transitaban
entre jóvenes casamenteros. El saber popular apuntaba preferentemente hacia las
mujeres, astutas por viejas que no por sabias, liantes y malintencionadas. Pero
esta actividad no conocía de sexos, también era practicada por hombres. Elegían
sus víctimas entre tímidos y acoquinados solteros.
Como los tiempos cambian que no las necesidades
humanas, los nuevos celestinos se dan a conocer por la televisión, colocan sus
cookies en la red y cazan entre los solitarios internautas. Combinan los
adelantos actuales con los tradicionales engaños y enredos de antaño.
Por el contrario estas empresas
multinacionales, desde su soporte informático, ya no ofrecen el estímulo que
animaba a todos los chismosos y entrometidos. Ahora garantizan confidencialidad
y discreción: en algo han mejorado.
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