El
futuro se afronta de mil maneras: proyectos, retos, pretensiones, sueños...
quizá, la forma más racional de hacerlo esté en los propósitos. Cada propósito
surge de una evaluación de la situación de partida para marcar unos objetivos
alcanzables.
Un propósito siempre encierra un acto de
voluntad en el que se combinan el deseo y las aspiraciones, moderado por el
equilibrio necesario entre la realidad y las opciones. Todo propósito tiene como fin una mejora de
las condiciones presentes.
No hay
mecanismo alguno que garantice el control del futuro, sin embargo, un propósito bien planteado tiene muchas
posibilidades de éxito. Para cumplir un propósito
se requiere un ejercicio de compromiso con uno mismo, así como firmeza en las
actuaciones y una gran constancia que permita contrarrestar los posibles
imprevistos.
Los
buenos propósitos, bien diseñados, sí están al
alcance de nuestras manos.
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