La imagen poética de la vida tiene
proyecciones variopintas que van desde los ríos manriqueños, pasando por el
efímero frenesí de Calderón hasta esos caminos construidos al ritmo de los pasos
dados de Machado. Todas interpretan que vivir es viajar.
Las galerías, en cambio, reflejan
mejor la imagen para el recorrido que nos da acceso a la profundidad del alma.
Asumen esa introspección del ser escondido al que solo podemos abordar explorando
esas grutas oscuras y misteriosas.
Como si de verdaderas galerías se
tratase, el alma queda circunscrita en sus propios secretos y solo a través de
esos pasadizos subterráneos, de esos túneles horadados por la propia experiencia
podemos empezar a comprender la complejidad del espíritu.
Por eso la vida se somete al tiempo
transcurrido; por eso el alma se libera en la trascendencia del ser.
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