martes, 9 de julio de 2013

Conservatorios




Creados en plena Ilustración con la intención de cultivar y divulgar la música, el canto y la danza, han acabado engullidos por su ortodoxia y su falta de adaptación a las novedades.

Con ellos se pretendió poner al alcance de la mayoría el conocimiento de las artes musicales. Los conservatorios constituían un pilar firme del academicismo. Sin embargo, se ahogaron en sus bases, sus enunciados y su propio clasismo. Nunca llegaron a desplazar a la música popular, más dinámica, más abierta, más mestiza…

Hoy funcionan como un reducto elitista, formando músicos, cantantes y virtuosos instrumentistas que ejecutan con maestría y precisión piezas clásicas ante los sibaritas melómanos con suficiente poder adquisitivo para pagar las butacas de un Liceo o un Palacio de la Música.

Eligieron muy bien el nombre: conservatorio. Porque para ellos, igual que la clerecía y la juglaría de la Edad Media, culto es antónimo de popular.

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