De todas la figuras geométricas, el triángulo
aparenta la más sencilla ya que es la menor de los polígonos. En cambio, cuando
recurrimos a ella para concebir las relaciones humanas se complica hasta la
saciedad.
En todo triángulo intervienen, por definición, tres
personas, de las cuales una, la que va en medio, sufre todo el peso. Mal,
porque tiene que demostrar su afecto a dos bandas separadas, peor porque tiene
que mediar entre dos partes y pésimo porque es imposible establecer una
convivencia equilibrada. Un triángulo es un infierno para quien se considera
amigo entre dos enemistados.
Las Matemáticas nos ofrecen una solución al
planteamiento geométrico: divide y descansarás. No hay otra opción. Una vez que
se trata a cada persona por su lado, se recupera el diálogo, la razón y sobre
todo la tranquilidad. Eso sí, si la convivencia con esas dos personas no vale
la pena, también las Matemáticas proponen la multiplicación, por cero, y que
cada uno se vaya por donde vino.
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