lunes, 22 de abril de 2013

Aborto




La práctica del aborto no deja de ser un doloroso ejemplo de que esta sociedad no ha solucionado cuestiones tan básicas como los derechos dentro de la vida.

Para fijar conceptos, no hay nadie que se declare de entrada partidario de la praxis de un aborto arbitrario. La aceptación de este acto violento contra la esencia natural del ser humano implica una profunda y nada fácil reflexión.

La mayoría de las religiones rechazan y condenan el aborto intencionado: de Dios emana la fuente de vida, en Dios reside la potestad de cerrarla. Pero olvidan que con aborto responde la propia naturaleza, según ellos voluntad de Dios, cuando un feto muestra señales de inviabilidad.

Y olvidan también que criminalizado o no, el aborto ha sido practicado en todas las culturas. Los motivos son muy diversos, pero en todos ellos subyace un único principio: falta de condiciones y garantías para que tanto la madre y el posible futuro ser desarrollen una vida digna y respetada.

Por eso mismo, y por seguir un referente de jerarquías, ha de ser la mujer embarazada la que evalúe si se reúnen las circunstancias favorables, tanto personales como sociales, y decida irreversiblemente continuar o no con la gestación. Los demás deben estar para respetar y apoyar su decisión. No obstante, lo más importante: poner todas las medidas preventivas para no llegar a este punto.

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