La práctica del aborto no deja de ser un doloroso
ejemplo de que esta sociedad no ha solucionado cuestiones tan básicas como los
derechos dentro de la vida.
Para fijar conceptos, no hay nadie que se declare de
entrada partidario de la praxis de un aborto arbitrario. La aceptación de este
acto violento contra la esencia natural del ser humano implica una profunda y
nada fácil reflexión.
La mayoría de las religiones rechazan y condenan el
aborto intencionado: de Dios emana la fuente de vida, en Dios reside la
potestad de cerrarla. Pero olvidan que con aborto responde la propia naturaleza,
según ellos voluntad de Dios, cuando un feto muestra señales de inviabilidad.
Y olvidan también que criminalizado o no, el aborto
ha sido practicado en todas las culturas. Los motivos son muy diversos, pero en
todos ellos subyace un único principio: falta de condiciones y garantías para
que tanto la madre y el posible futuro ser desarrollen una vida digna y
respetada.
Por eso mismo, y por seguir un referente de
jerarquías, ha de ser la mujer embarazada la que evalúe si se reúnen las
circunstancias favorables, tanto personales como sociales, y decida irreversiblemente
continuar o no con la gestación. Los demás deben estar para respetar y apoyar
su decisión. No obstante, lo más importante: poner todas las medidas
preventivas para no llegar a este punto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario