Mío:
la gramática clasifica esta palabra como posesivo y la incluye en el mismo
grupo que tuyo, suyo… La gramática no entiende de
realidades.
Para algunos solo existe lo mío, lo que pertenece
a la persona que habla, y con lo mío no se juega. Para estos
poseedores, lo tuyo también puede ser mío, y lo suyo ya no digamos… seguro que es mío. Todo es factible de
convertirse en mío. Y además lo mío nunca deja de ser mío.
Si con los objetos el uso del posesivo marca un
rasgo egocéntrico, con los seres humanos ya declara un egoísmo patológico. El
posesivo define a las personas que uno
va conociendo a lo largo de su vida: mis amigos, mi novio, mi marido, mis
hijos… incluso cuando ya no es mi sigue siendo mi: mi ex-novio, mi ex-marido, o el brutal mi ex-pareja, culpable de tanta violencia de género.
Aceptemos que todos podemos poseer objetos y bienes,
aceptemos incluso que el respeto a esta posesión garantiza la estabilidad en la
sociedad; sin embargo, no confundamos a los humanos con las cosas: cuando utilicemos
mi
o mío
con los que nos rodean, hagámoslo gramaticalmente y recordemos que nadie es de
nadie. Que mío ya no significa poseer, ahora significa compartir.
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