viernes, 8 de marzo de 2013

Exámenes




Llámenlo como más les guste: ejercicio, control, prueba… incluso sesión reflexiva puntuable. Eso siempre se ha conocido como examen.

Posiblemente sea el acto académico más absurdo que se haya inventado jamás. El alumno tiene que responder una serie de cuestiones que bajo el punto de vista del profesor miden el nivel alcanzado. Y sin embargo, el examen es un requisito consensuado por todos los estamentos del mundo académico para poder objetivizar el grado de aprendizaje del alumno. Da igual que se realice en el ámbito universitario o se practique en la escuela infantil, el examen condiciona la nota y la nota, los títulos.

Todo un despropósito, es utilizado como herramienta objetiva para valorar si el proceso de transmisión de datos desde el profesor al alumno ha sido satisfactorio. Susceptible de ser adulterado por irregularidades (que el alumno copie, suplantación de personalidad…), una vez puntuado, es cuestionable y recurrible, permitiendo la intervención de personas ajenas a la relación profesor-alumno para que vean, comparen y si tienen una nota mejor, la modifiquen.

La verdadera nota surge del placer que siente el docente impartiendo sus conocimientos y la satisfacción que redunda en el alumno al sentirse que cada día es mejor persona. Y eso no es puntuable ni manipulable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy muy de acuerdo.