martes, 5 de marzo de 2013

Amar




Si dejamos de lado los arrebatos amorosos, los flechazos y los impulsos más instintivos, amar, lo que se dice amar de verdad, es bastante complicado. No todo el mundo sabe amar y, lo que es peor, no todo el mundo es capaz de valorar hasta qué punto es amado.

Y no me refiero a las técnicas de amar. Basta ojear cualquier catálogo de complementos amorosos para tomar conciencia de las limitadas ofertas que damos o recibimos en esa materia. No. Me refiero a esa relación en que una persona nos ocupa mucho más tiempo del día que el escueto período en el que nos dedicamos al ejercicio físico del amor.

Y si para amar se exige reciprocidad, también hay que exigir independencia. Y así solo cuando las personas confluyen libremente en su búsqueda mutua, sin condiciones, sin prejuicios ni promesas, entonces sí que podemos decir que se aman.

Y así los amantes no se ajustarán a modelos establecidos, ni a pautas de comportamiento ni ningún código impuesto por una sociedad materialista y desconfiada. Porque amar procede de la conjunción más íntima que puede surgir entre dos personas totalmente libres.


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