miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cultura


         Bajo la carpa de la cultura se esconden tantas acepciones que confunden de igual modo al que la pronuncia como a quien la escucha. Hoy la cultura encarna un tabú, o mejor dicho, un mito que se escapa de nuestro sistema de valores, llena la boca de los parlanchines y se percibe vacía por el frecuente abuso al que se somete.

         Insistamos en que al referirnos a la cultura, así, en término amplio y despersonalizado damos cuenta de un conjunto de modos de vida y costumbres, gustos, conocimientos y desarrollo tecnológico de un colectivo atendiendo a su época o civilización. Por eso hoy hablamos de cultura occidental, que por su desarrollo y extensión incluye la mayor parte del planeta. Hasta las lenguas más distantes acaban compartiendo un espacio común que conforma la globalización de los idiomas, descartándose a sí mismos como elementos distintivos de una cultura.

         Por eso no se entiende que constantemente salten defensores de la existencia de culturas nacionalistas tratando de perfilar las señas de identidad a base de rasgos diferenciadores que llegan a torcerse discriminatorios y dividen a la sociedad reclasificando a los individuos. Especialmente cuando utilizan registros exclusivamente occidentales.


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