sábado, 5 de diciembre de 2015

Insectos


         Con frecuencia comparan nuestras modernas ciudades con un hormiguero, en especial al referirse a las grandes macrourbes. La imagen salta a la vista cuando miramos el denso tráfico de los vehículos circulando por un puente. Se cruzan en ambos sentidos como una hilera de hormigas en busca de su fuente de alimentos.

         El aglomerado de edificios también nos recuerda a una colmena. Nuestros panales crecen hacia las nubes en irregulares rascacielos. A través de las ventanas al trasluz se perfilan las siluetas de las abejas en su trabajo. Cada cuadradito semeja una celda donde las ninfas reciben el alimento seleccionado para determinar su especialización. Aquí no hay miel, ni hay ninfas... solo negocios y acciones que se cotizan en bolsa.

         Vistos bajo esta perspectiva no se diferencian tanto los hombres de los insectos. Solo nos faltaba saber que según ciertos entomólogos los insectos también tienen sentimientos, son capaces de responder proporcionalmente a la intensidad de los estímulos y ajustar su comportamiento según las circunstancias. Y, al igual que los humanos, se intuye que la ajetreada vida de un hormiguero o de un panal provoca estrés en sus individuos. Lo dicho... nos parecemos demasiado.


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