martes, 29 de abril de 2014

Arrogancia


         Cuando los puntos de apoyo de la autoestima se potencian en demasía y se disparan el individuo entra en un estado de autocomplacencia que le lleva a una situación muy negativa ante los demás.

La persona arrogante se mueve con desprecio y un sentido de superioridad que se atribuye ella misma grácilmente. Se siente centro de gravedad y ejemplo de éxito. Valora todas sus cualidades como méritos, confirmándolos hasta tal punto que descarta tener defectos.

Posiblemente el foco inicial fuese un temprano logro que disparase la confianza en sí mismo. Con ello legitimó su derecho a sentirse superior. Pero traspasado el límite de la satisfacción personal, esa sensación de prepotencia le hace ver el entorno de otra manera: no tiene amigos, tiene admiradores; no tiene enemigos, tiene envidiosos.

Sin embargo su imaginación es igual de frágil que su realidad. Toda esa supuesta fortaleza personal puede derrumbarse ante cualquier contratiempo inesperado. Entonces, su arrogancia tendrá que optar entre dos soluciones tan dispares como son la reflexión, que le permitirá rectificar, o el orgullo, que le condenará definitivamente.

 

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