jueves, 17 de diciembre de 2015

Utopías


         Las utopías no existen porque simplemente proponen una versión lineal de una realidad corregida. En el fondo todas las utopías concurren en una proyección de una idea hacia un infinito desenfocado. Propiamente, una utopía ni es un sueño ni un deseo; tan solo una falacia descabellada nacida desde un error de cálculo. El fallo de inicio consiste en entender la buena voluntad como un valor natural de los hombres. Con ello solo dan margen para dos opciones: o un imposible o un fracaso garantizado.

         Llama la atención que grandes filósofos y pensadores hayan caído en la tentación de enunciar sus propias utopías, especialmente aquellas que tenían un contenido social. Da la impresión de que según iban exponiendo sus ideas eran conscientes de su inviabilidad. Por eso las lanzaban al vacío sorprendiéndose al encontrar fanáticos convencidos de poder llevarlas a cabo.

           No puede haber propuesta más absurda que concebir un mundo estructurado sobre un equilibrio económico, un reparto justo y una armonía de pensamientos. Sencillamente porque para ello el ser humano tendría que renunciar a su propia naturaleza. Y esa es de por sí la utopía de las utopías.


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