Llegado el momento, da igual que sea
por Navidades, por San Valentín, un cumpleaños o cualquier otro compromiso,
cuando uno se ve obligado a hacer un regalo y no tiene ni idea de cómo
solventar la situación, con frecuencia se echa mano a los perfumes. Para ello
se encargan las propias marcas que constantemente invaden los espacios
publicitarios con surrealistas mensaje asociados a su producto.
De todas formas hay que tener en cuenta
que un perfume es un tema mucho más delicado de lo que aparenta. Se trata de
una cuestión íntima. Cualquier fragancia se combina con el olor personal. El
mismo perfume puede tener resultados opuestos según quien lo lleve.
Pero lo que realmente se sugiere con
ese desprendido gesto puede ser mucho más complejo. Porque cuando se regala un
perfume se deja abierta la interpretación. Por un lado, para quien lo recibe podría ser un
toque de atención a su mal olor. O, si hacemos caso a la publicidad, se regala
para que con ese aroma se desaten todos los instintos sexuales, cual mágico
elixir de amor carnal que hace entrar en celo a todo aquel que se acerque.
Así que mucho cuidado con los perfumes:
o se queda mal o se pretende liberar esa fiera sexual.
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