Que cada uno tenga muy claro qué está
haciendo cuando da una limosna a un mendigo.
Según el Islam y su sentido del
destino, se justifica la mendicidad porque la penuria de unos inspira la misericordia
de los justos y con ello se facilita su entrada en la Yanna o jardín paradisíaco de los musulmanes. Están por la voluntad
de Alá y son, por lo tanto, bendecidos.
Desde un punto de vista menos
teológico, la presencia de indigentes por nuestras calles más bien confirma que
la sociedad del bienestar dista mucho de alcanzar sus objetivos. Todo esfuerzo
parece siempre insuficiente para erradicar esa vergüenza. Lamentablemente por su
falta de aspiraciones algunos aceptan vivir con resignación de las prestaciones
oficiales y las buenas intenciones de muchos ciudadanos.
Y confundidos con esos protegidos de
Alá u olvidados de una sociedad se imponen aquellos que han organizado todo un
negocio piramidal de fraude de pordioseros y pedigüeños. Controlan las
escaleras de las catedrales, las puertas de los supermercados y las avenidas
más concurridas además de recibir ayudas de las instituciones. El monopolio de
la pobreza o cuando la miseria genera riqueza.
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