miércoles, 21 de enero de 2015

Elecciones


         Proclamaba Eduardo Colombo, profesor de psicología social y anarquista, si las elecciones sirvieran para cambiar algo estarían prohibidas. Y lo hacía con la garantía de la experiencia acumulada por una civilización ya milenaria.

Sería interesante retroceder hasta los orígenes de la humanidad y encontrar a ese visionario de la política que inventó el voto. En un sentido analógico posiblemente proceda de un asentimiento a mano alzada o de un paso al frente a la hora de respaldar una propuesta e implicarse en una decisión. Ese primitivo voto era de libre adhesión personal vinculante que no se hacía obligado por extensión a los que no se pronunciasen a favor.

         Evolucionó el voto y los padres de las democracias convirtieron el sufragio en la manifestación del pueblo soberano, proclamándolo dueño, señor y responsable del destino. Así, en defensa del derecho a elegir, que no de la libertad de elegir, se instituyó la mayor falacia de todos los tiempos. Cada vez que se convocan elecciones debemos recordar que con ellas tan solo se nos reclama que señalemos a un representante, el cual, ese sí decidirá por nosotros.

         Como dice Colombo, si los que tienen el poder corriesen el riesgo de perderlo de verdad prohibirían las elecciones.


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