Cuando
las palabras afloran desde la intimidad en forma de versos y despojadas de
pudor en la sonoridad de una estrofa alcanzan el silencio del espíritu
encontramos la poesía. Todo poema es una cajita de nácar donde se
guardan perlas, venas de oro, zafiros y rubíes envueltos de mil metáforas y
diez mil hipérboles para desafiar al infinito.
El arte
de la poesía da vida a una
intangible quimera que tras escapar fugitiva del poeta duerme entre las páginas de un libro esperando que una
cálida voz entone y recite los versos.
El
texto poético parafrasea la realidad
para trasgredir los sentimientos. Desde ahí la belleza se impone y se rinde la
razón resonando entre aliteraciones, retruécanos y anáforas en melodía con
ritmos y rimas. La estética del verso logra sobrepasar la intención del poeta eternizándose en la
interpretación de cada lector. Es un hechizo milenario que no conoce de edades
ni generaciones.
¿Y entonces
qué es la poesía? ¡Qué pregunta! La poesía es simplemente la poesía.
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