domingo, 7 de diciembre de 2014

Doblajes


         Un sector del público viene reclamando con insistencia que las salas de cine aumenten el número de pases de películas en su versión original. Aparentemente con este gesto pretenden poder disfrutar la obra directa tal y como fue concebida. Resaltan que con ello percibiríamos las voces de los actores junto a la frescura de los diálogos, evitando la simplificación del doblaje y la manipulación, voluntaria o por incompetencia, de los traductores. Añaden que así sucede en la mayoría de los países europeos.

         No cabe duda de que el doblaje a otra lengua nos aleja de la obra que en origen produjo el director, y por lo tanto, todo lo anteriormente expuesto es lógico y convincente. Hasta cierto punto. Porque la supervivencia de la industria del cine recae totalmente en el público que asiste a las salas. En beneficio del propio negocio hay que acomodarse a las condiciones y, teniendo en cuenta el nivel lingüístico general imponer versiones originales sería definitivo, máxime en tiempo de crisis.

         Y no olvidemos que el cine además de imagen es palabra y como arte con texto, la traducción es la única manera de llegar a otras culturas. La versión original puede ser atractiva, pero yo prefiero un buen y esmerado doblaje para una película noruega, húngara, iraní o, por qué no, anglosajona o francesa.


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