jueves, 2 de octubre de 2014

Herejías


         Toda herejía nace del seno del dogma. Las herejías tan solo sirven para comprobar que los credos son piedras francas de las que se moldean todo tipo de interpretaciones.

         Llama la atención la facilidad con que de un mismo texto se desgajan facciones que desde su origen se desautorizan mutuamente de manera automática y radical, en constante competición por apoderarse del único sentido válido de la palabra. Desde el más insignificante gesto hierático son capaces de construir su propia doctrina, de la que a su vez inevitablemente surgirán otras que reinterpretarán a la anterior, formando otro nuevo foco herético.

         En la política, como en las religiones, también hay herejes. Prefieren llamarles disidentes. Entonces, si no son atajados a tiempo pueden crecer hasta formar escisiones que a su vez generarán sus correspondientes biparticiones capaces de devorarse unas a otras en función del número de militantes que arrastren.

         Al fin y al cabo se trata de la eterna guerra entre dogmáticos, heterodoxos y ortodoxos, siempre opuestos en irreconciliables descalificaciones al sentirse respaldados por la verdad absoluta. Una única supuesta verdad que solo sirve para desunir.


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