miércoles, 8 de octubre de 2014

Miniestados


Revisando el mapa político del mundo nos encontramos con que existe algo más de una cincuentena de territorios definidos y estados soberanos cuya extensión no alcanza los mil kilómetros cuadrados. Cada uno formula su razón de existir: anacronías de un pasado medieval, plazas fuertes de una época colonial o una fuerte insularidad. Andorra, Gibraltar o las Islas Bermudas nos sirven de ejemplo. Pequeños en espacio, sin embargo, feroces en la defensa de su autogobierno.

No importan los argumentos que puedan esgrimir sobre su identidad nacional o sus particularidades culturales, porque todo eso, si lo hay, queda en un segundo término. Estos miniterritorios constituyen el mayor fraude económico internacional, actúan de plazas fuertes para las multinacionales y cobijan las fortunas de los mayores estafadores. Ese orgullo patrio con que sostienen sus banderas no es más que una hipócrita coraza.

Desgraciadamente en el mundo también circulan minigobernantes. Son políticos de perspectiva corta, pues tan solo procuran su propio beneficio, que no dudan en alentar el reclamo de una supuesta autodeterminación que por su propia debilidad acabará funcionando con la misma nefasta corruptela de un miniestado en el panorama de las naciones. Y a pesar de todo, hay mucha gente que les cree.


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