miércoles, 29 de octubre de 2014

Borradores


         Si la vida se escribiese como se escribe una novela nos tomaríamos numerosas licencias literarias. Podríamos hacer aparecer los personajes idóneos cuando más se les necesita, las circunstancias acompañarían en los momentos cruciales y el protagonista siempre estaría protegido por las garantías de un final feliz.

Los capítulos se ordenarían según nuestros propios gustos y podrían empezar, desarrollarse y continuar atendiendo a nuestros intereses. Todo iría particularmente hilvanado alrededor de nosotros que ocuparíamos el eje central y en torno a nosotros girarían las demás historias secundarias.

Sería la novela perfecta en la que absolutamente todo lo que nos pase en ella sería deseado, previamente deseado y posteriormente cumplido.

Mas el día a día nos obliga a ser de aquellos escritores realistas del s. XIX, que acababan enmarañando el argumento de sus obras por las condiciones que sus personajes iban adquiriendo según las experiencias a las que eran sometidos. Se rebelaban, luchaban... todo para que al final la sociedad aplicase como una losa su hipócrita moral y sus leyes reduciendo los ideales a sueños imposibles.

Entonces tomaríamos conciencia de que como escritores de nuestras vidas estamos enredados en un indeciso borrador donde rescribimos una secuencia tras otra hasta forzar una definitiva redacción que no siempre llega y casi nunca nos deja satisfechos.


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