lunes, 29 de septiembre de 2014

Censura


         George Orwell estaba muy preocupado por los mecanismos de estado para controlar el pensamiento del individuo a través de la información. En 1984, novela clarividente, el Partido creaba cargos y hasta un ministerio que controlaba todo lo que podía a llegar al público. Describía la censura perfecta.

         Aldous Huxley, en cambio, ahondando en la naturaleza humana, encontró que el principal censor es uno mismo, que no quiere informarse de lo que no le gusta. Por eso en Un mundo feliz el buen funcionamiento de la sociedad se respaldaba en la estabilidad de un individuo debidamente educado que rechace todo aquello que le perturbe.

         Las democracias más avanzadas, siguiendo la idea de Huxley, no necesitan perseguir la disidencia ni las posturas críticas, pues no suponen ningún peligro mientas no haya un público interesado. Cierto es que sus mecanismos de control no alcanzan la perfección de los ejemplos literarios, aunque si les superan en perversión, porque potenciando una sociedad sobre el ocio y la ignorancia jamás tendrán a gente dispuesta a analizar y criticar las circunstancias que le presionen sus movimientos y condicionen arbitrariamente su libertad.
        
         No hace falta censura cuando el que no quiere ver se siente más cómodo en su ceguera.


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