Importa mucho cómo va uno sentado en un
tren. Ir mirando en el sentido de la marcha o de espaldas aparentemente no debe
modificar el paisaje. En el sentido estricto se ve la misma cantidad de
paisaje. Pero no se aprecia de la misma manera.
Quien lo recibe de cara tiene la
impresión de que el trayecto se desarrolla con normalidad, que los árboles
vienen a uno, que las casas se le ofrecen y que uno mismo se integra en medio
del paisaje. Por contra, sentado en sentido inverso todo se escapa, aparecen
los árboles sin avisar y se alejan apenas han sido vistos, las casas son bultos
que toman forma cuando ya empiezan a perderse. Es más, el primer viajero
entiende que cada vez está más cerca del lugar al que pretende llegar, mientras
que el segundo piensa que cada vez está más lejos de donde partió.
También la vida se puede percibir como
un viaje en tren. Los acontecimientos nos llegan de cara o por sorpresa. Los
vemos venir o nos golpean. Hay gente que tiene muy claros sus ideales, sus
objetivos y hay gente que mira con nostalgia o con rencor su pasado,
enredándose de tal manera que cuando roza una oportunidad, esta ya se ha
perdido.
Lo más importante es saber cómo vamos
sentados.
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