No podemos encontrar disciplina
humanística más cruel que la Historia.
Nacida para retener el pasado, mantener vivos sus protagonistas y válidos sus
documentos, la Historia pelea
inútilmente contra la perspectiva de los años y una despiadada confusión previa
al olvido en esta desmemoriada humanidad.
Simplemente nos basta con mirar que
los tres mil años del Antiguo Egipto se condensan en un único tema de los
libros de texto en secundaria. O El Sacro
Imperio Romano-Germánico al que se le concede una sucinta referencia
anecdótica dentro de la infinidad de eventos de la Europa Medieval. No hace
falta forzar la imaginación para prever que dentro de no muchos años la II
Guerra Mundial, con sus 55 millones de fallecidos, sea explicada de pasada y
Vietnam desaparezca definitivamente de la memoria de los estadounidenses y del
mundo entero.
Es evidente que nuestra sociedad
prefiere hacer de manera inconsciente su propia historia. Una historia
más puntual y con menos trascendencia. Una historia
que se escriba en un día y se olvide al día siguiente. Una historia que no aburra y que no anuncie que el pueblo que ignora
los errores del pasado está condenado a repetirlos, porque hay quien está
interesado en ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario