sábado, 1 de noviembre de 2014

Mensajeros


         En la antigüedad era costumbre tratar a los mensajeros según las noticias que anunciaban. En el caso de que trajesen buenas nuevas eran recompensados debidamente. En cambio si el mensaje no era del agrado de los señores, el destino del pobre emisario era la muerte. Nadie tenía en cuenta que se trataba meramente de transmisores de una información que ni provocaban ni dependía de ellos.

         Con el tiempo, podemos comprobar que los mensajeros ya han aprendido la lección y en la actualidad prefieren divulgar aquello que plazca a sus señores para evitar riesgos innecesarios. Los mensajeros modernos son esos periodistas que sirven lealmente a sus amos cuando manipulan las noticias de acuerdo con su perspectiva política, ocultan información o desvían la atención del público. Se han convertido en verdaderos cómplices del engaño. Así no solo no arriesgan sus vidas sino que además se ven copiosamente recompensados.

         Cierto es que también hay periodistas honestos y comprometidos con su función dentro de la sociedad. Gente honrada que antepone la verdad a los intereses de los poderosos. El problema es que a estos buenos periodistas, portadores de noticias nada agradables, les siguen aplicando esa antigua costumbre: matar al mensajero.


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