El vuelo de una burbuja de jabón,
lento y solemne hipnotiza con una fantasía refractante de caprichosa e
inestable luminosidad hasta que a los pocos segundos se desintegra. Esas
frágiles burbujas muestran un encanto ajeno a la realidad. Desaparecen cuando
queremos tocarlas, cuando queremos hacerlas nuestras.
En la vida también algunos tienen su
propia pompa de jabón que con su magia es capaz de envolverlos y hacerles
entrar en otra realidad. En ella, en lugar de ingrávidos colores se cruzan ilusiones
con deseos dentro de oníricos encuentros entre amantes. Son auténticas burbujas
que se aíslan de una realidad monótona, asfixiante y densa, que se evaden de
miedos y temores.
Algunos llegan a vivir tan intensamente
dentro de esa esfera cristalina que desafían la ley de la gravedad e imaginan
hacerla suya y poder trasladarla al mundo real. Olvidan que estaban jugando con
una burbuja fugaz, pasajera y esquiva. Roto el encanto, se dan cuenta de que
todo lo que había en ella era un espejismo. A veces demasiado tarde. A veces de
forma muy cruel. Y siempre de manera muy triste.
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