jueves, 11 de septiembre de 2014

Opio


Los filósofos occidentales denunciaron en su momento el efecto opiáceo de la religión sobre los sectores desfavorecidos. Ese mensaje de amor y resignación, junto a las promesas de una vida mejor en el otro mundo, adormecían el espíritu y calmaban el dolor de las injusticias. Se evitaba así tomar conciencia de clase oprimida.

Y en estos tiempos en que el materialismo y el consumismo han desplazado a la religión, los intelectuales modernos reconocen esa función tranquilizante en una cultura del ocio y la diversión. Así se justificaría que se hayan incrementado los eventos deportivos o se hayan multiplicado las macrofiestas, inocuas actividades masificadas ambas que gozan no solo del beneplácito del estado sino de su respaldo más directo

Dado que todo apunta a que sea un recurso mecánico y fácil del poder para distraer a las masas llegamos a la conclusión de que se trata de una cuestión no de sustancia, sino de esencia. En efecto, también podemos entender que es la plebe la que busca evadirse y distraerse para confiar el gobierno de su destino a aquellos que la prefieren mansa y dormida.



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