Propónganme cualquier perversión y citaré una cultura, una sociedad o una civilización
que la practique y la haya sacralizado retaba Malinowski a todos aquellos
partidarios de una ética natural universal del comportamiento humano.
Y no
solo señalaba a los temidos sacrificios humanos con que se amedrentaba a
exploradores y aventureros. Parricidios, incesto, poligamia, matrimonios entre
menores, iniciación sexual de niñas en el
entorno familiar o ritos como la ablación del clítoris también son perversiones asociadas a distintas
culturas que Occidente rechaza.
Convencidos
de vivir en una sociedad, la nuestra, que ha superado todo tipo de perversiones, olvidamos que es una
noción relativa y que muchos hábitos nuestros servirían de escándalo para la
mayoría de los pueblos considerados primitivos.
No se
hace referencia al consumo de drogas, ni del culto al sexo, pues todo esto
también se da en todas las culturas. Para ellos, lo que resulta verdaderamente
inconcebible es que la responsabilidad de elegir a la asamblea de sabios que
han de gobernar al pueblo recaiga en una mayoría despreocupada, falta de
compromiso, indiferente e ignorante a la que se convence con vacías promesas.
Toda una perversión imposible de
encontrar en otras civilizaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario