martes, 10 de junio de 2014

Delatores


Modificar ciertos hábitos sociales cuesta mucho, demasiado. Lo llevamos grabado en nuestro ADN: no somos chivatos. Si alguien no cumple, no nos vemos con la responsabilidad de denunciarlo. Lo hemos hecho en casa con nuestros hermanos, en el colegio con los compañeros y como ciudadanos también encubrimos al mal ciudadano. Existe a modo de un pacto no escrito que nadie debe delatar a nadie.

Cierto es que hay delitos que la sociedad repudia, especialmente cuando media cualquier tipo de violencia. Sin embargo, esta misma sociedad muestra una tolerancia y permisividad con pícaros, rufianes o granujas que sobreviven a costa de sus pequeñas pillerías y multitud de trampas. Y aunque las cárceles están llenas de estos ladrones minimalistas, no lo es por la colaboración ciudadana, sino porque son tantos que saltan a la más mínima investigación.

El tema es serio, porque con esta postura reforzamos la injusticia. No vale alegar que la inmoralidad y sinvergonzonería invade los estamentos más altos de nuestra sociedad, ni cuantificar económicamente el importe de la estafa.

Roba quien no declara sus ingresos o quien no paga sus impuestos. Se aprovecha de todos quien disfruta de injustificadas subvenciones, quien desperdicia una beca o quien recibe un subsidio y cobra en dinero negro. Son todos pequeños delincuentes que viven confundidos entre nosotros porque muchas veces no nos diferenciamos tanto de ellos. No somos delatores, simplemente convivimos todos juntos.


No hay comentarios: