El comportamiento humano con los animales se puede dividir en dos
grandes grupos: los que se distancian claramente y los que se entienden con
ellos.
En el primer grupo están aquellos que
conciben el mundo animal como un
objeto de explotación, uso y disfrute. Los animales
están a disposición para lo que se quiera. Su aprovechamiento no tiene límites:
las granjas industriales, los laboratorios, la caza, el espectáculo, los
deportes... y las deplorables fiestas populares.
Se oponen a ellos quienes tienen
conciencia de compartir el planeta con los animales.
No es lo que se pueda aprovechar de un animal...
es lo que un animal ofrece. Ese
respeto por la vida ha dado lugar a un entrañable vínculo de convivencia con
algunas especies, hasta el punto de aceptar
a estos amigos animales como verdaderos miembros de la familia con toda
naturalidad.
Para unos, los animales no tienen derecho a nada. Los otros exigen unas leyes
justas que los respeten. Y en medio los inocentes animales. Pero no olvidemos que animal es el que tiene
ánima, alma, es decir, vida, y en eso animales y humanos somos todos iguales.
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