domingo, 30 de marzo de 2014

Madurar



         Para explicar el paso de los años por las personas el vocabulario da elegir numerosas opciones que no por ello deben considerarse necesariamente sinónimas. Entre envejecer y madurar circulan demasiados matices y muy distintas interpretaciones que en absoluto se ocultan tras un posible eufemismo.

         Ambos términos están relacionados con la capacidad de aprendizaje. Mientras estemos abiertos a recibir y procesar novedades y sepamos responder ante ellas con una dinámica de adaptación estaremos posponiendo nuestro envejecimiento. Aceptar que somos incapaces de aprender o adaptarnos a los cambios significa adelantar nuestra vejez. Los peores síntomas se manifiestan en el desinterés por lo desconocido y el rechazo a lo que se escape de nuestro conocimiento.

         La madurez, aunque estrechamente relacionada con la edad, lo es más con la experiencia aprendida. No se madura porque pasan los años, se madura porque la reflexión se convierte en una herramienta fundamental a la hora de tomar una iniciativa. La madurez controla las reacciones impulsivas y predispone hacia la correcta elección. Comprender y asimilar cualquier novedad se convierte en un reto necesario para evitar que el proceso de maduración se estanque y se transforme en envejecimiento.

El que no aprende no madura, envejece.

 

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