¡Qué importancia tiene una
perspectiva! Sin ella se confunden las premisas, los axiomas y se mezclan las
interpretaciones; sin ella se pierde la objetividad. Es un principio elemental:
no se puede ser juez y parte a la vez.
Una situación cualquiera, cuanto más
nos aproximamos a ella, más cerca estamos de acabar engullidos. Se exige,
entonces, una distancia prudencial que permita una exposición de los hechos,
analizarlos y evaluarlos considerando fríamente todas las circunstancias que
han confluido en ellos. Siempre sin apartarse de esos principios, ahora
referentes, que desliguen implicados de interesados.
Por desgracia, aunque la teoría así
expuesta se muestra atractiva, a la hora de llevarla a la práctica, muchas
veces se viene abajo. Como ocurre con algunas leyes, que lejos de defender el
bien común y una garantía de libertades acaban imponiendo una ideología
determinada o protegiendo los insolidarios intereses de la mayoría de las
multinacionales. Confunden e invierten así el sentido de las leyes.
Si entendemos el mundo como una
colmena, perderemos la perspectiva, y yo no me hartaré de decirlo... es lo
único importante.
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