lunes, 24 de marzo de 2014

Obituarios


Se suelen redactar con tantos tópicos que siguen las mismas simples, esquemáticas e impersonales pautas de los epitafios. Porque la muerte, tal cual, es un tema tabú, y nadie se atreve a hablar mal de un muerto, y menos mientras el fallecido está todavía ahí, en cuerpo presente.

Confunden el reconocimiento noble y merecido a quien defendió con honestidad unos ideales no compartidos. Una cosa no quita a la otra. Hay personas que a lo largo de su vida han inspirado la admiración de todos y con ella tenemos la obligación de despedirlas. Sin embargo, por los obituarios de los periódicos también han desfilado importantes personalidades, muchas de ellas incluso con las manos manchadas de sangre, que se han visto beneficiadas ante la Historia por la amnistía de la muerte.

Lo peor es que ni mitificados se diferencian tanto de los condenados ad aeternum. Por eso, en justicia, no se puede aceptar ningún elogio gratuito, ni siquiera plastificado en frases hechas, para aquellos que antepusieron sus intereses personales, tramaron ocultas estrategias o tomaron decisiones marcadamente partidistas con plena conciencia. La muerte no invita a mentiras y la memoria de un personaje mucho menos.

 

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