Corren tiempos de grandes cambios en
el texto escrito. Son tan importantes y rápidos que las normas ortográficas no
acaban de asimilarlos ni dar mejor respuesta para hacerse respetar.
El terrorista ortográfico ha invadido
prácticamente todos los campos y deambula a sus anchas sin miedo alguno. No le
interesan ya los acentos, que los ignora en todos los sentidos, ni las haches
del verbo haber que en muchas
ocasiones las compensa anteponiéndolas a la preposición a, ya no; ahora sus objetivos, en su afán de reducir el número de
letras de sus mensajes, son las vocales y las Q, estas desplazadas por la K, pero
resistiendo cuando se asocia con la X, a costa del por y del para. Así un
mensaje entre enamorados xq t kiero podría
leerse porque te quiero o ¿para qué te quiero? Incluso algún
estúpido ha propuesto normalizar una ortografía paralela para el ámbito whatsappero.
Ante esta moda la Ortografía académica
no debe olvidar su razón de ser. Las normas garantizan la correcta lectura y
comprensión de un texto de forma universal. Aquellos que incumplan esas reglas
se arriesgan a ser malinterpretados y rechazados, además de mostrar su escasa
formación cultural.
Porque la importancia de un mensaje
empieza por el cuidado que se pone en su redacción.
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