sábado, 1 de febrero de 2014

Disfraces


Si alguien quiere pasar un buen rato no tiene más que organizar una fiesta de disfraces. En medio de un ambiente desinhibido se reúne a los amigos envueltos en variopintas y ucrónicas vestimentas. Acertar en la confección de un disfraz estimula la imaginación con la única y sana intención de divertirse.

Es en carnaval cuando el culto a los disfraces pierde su inocencia. Al sentirnos irreconocibles en un acto liberador reforzamos el anonimato y el traje toma licencia para exteriorizar nuestras represiones. Al fin y al cabo es un día y perder la compostura está permitido.

Pero hay quienes invierten los tiempos y se pasan todo el año ocultos bajo un disfraz como si estuviesen en un eterno carnaval. Estúpidos interesados fingen en cada acto, simulan sus intenciones, cubren con embustes sus palabras y ofrecen una desleal amistad. Por fortuna no existe el disfraz perfecto: siempre hay una ocasión que permite desenmascarar el verdadero rostro de quien lo lleva.

 

 

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