Cuando la Pintura renunció a la magia
en las cuevas del Paleolítico se prostituyó a la voluntad de sus mecenas.
Entonces dejó de ser un arte independiente para ofrecerse por encargo. Por eso los
pintores son vendedores de obras y su cotización realmente no depende de la
calidad de sus trabajos, sino más bien del precio que alcanzan en un mercado
manipulado por los merchantes.
No conozco pintor importante que haya
trabajado exclusivamente por el arte. Siempre se han entregado supeditados a
los distintos mecenazgos a lo largo de la historia. Miguel Ángel, el más grande
de su época, estuvo al servicio de la omnipresente Iglesia. Nuestro genio Goya
fue el pintor de la aristocracia y la realeza... y si llegamos al autodestructivo
Van Gogh, su búsqueda de la muerte se precipitó porque no vendía un cuadro.
Sin evitar polemizar, con todo este
muestreo, llegamos a la conclusión de que la Pintura, más que un arte, es una
técnica al servicio del dinero. Si en épocas pasadas satisfizo el gusto de las
instituciones religiosas o la nobleza, hoy se ofrece impúdicamente a los más
grandes coleccionistas privados. Burdo encubrimiento de un gusto decadente que
se arropa en la singularidad de un cuadro para distinguirse del vulgo que ha de
conformarse con la reproducción en serie del diseño o la artesanía.
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