martes, 25 de febrero de 2014

Altibajos


Si representásemos nuestro estado de ánimo, siempre susceptible a cambiar según los estímulos y situaciones del día, siguiendo el trazado de un gráfico lineal llegaríamos a la conclusión de que ofrecemos un perfil de inestabilidad que roza la patología mental.

No se escapa nadie, y mucho menos, si uno mismo se encarga de ir colocando las puntuaciones diariamente. Con pasmosa irregularidad pasaríamos de la zona alta a la baja, marcando unos picos que en ocasiones alcanzarían una distancia de vértigo, como si el Everest colindase con las fosa de las Marianas. Podríamos hablar emocionalmente de inestabilidad o bipolaridad sencillamente porque en un momento hipomaníaco nos comeríamos el mundo y sin necesidad de sufrir ninguna indigestión en un cambio de aires pasaríamos a una aplastante depresión que nos reduciría al óvulo materno.

         Placer o dolor, deseo o inapetencia, alborozo o tristeza... todos significados opuestos, se necesitan mutuamente para sentir la vida. Y como el equilibrio emocional no existe, no es cuestión de reprimir esos sentimientos, sino de aprender a convivir con ellos y poder disfrutar el hecho de que somos doblemente humanos.

 

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