Sospecha unida a sospecha,
tras sospecha encadenada a otra sospecha construyen una historia que
sin dejar de ser sospechas toma
cuerpo, se hace verosímil y acaba adquiriendo el carácter de veracidad.
Las sospechas no se despejan fácilmente. Si
las sospechas fuesen preguntas se
disiparían al encontrar una respuesta. Mientras un interrogante busca la
explicación en los mismos hechos, las sospechas
residen en la mente de quienes las alientan. Por desgracia, llegado a un punto,
no bastan las palabras ni las pruebas pues quien sospecha sospecha de
todo, sospecha incluso de lo que
siente, escucha y ve. Y así se consume entre sospechas.
Las sospechas tan solo proyectan una interpretación
de la realidad y se desenfocan alteradas por la propia inseguridad. Gran error dar credibilidad a las sospechas. Obsesivas sospechas que, lejos de ser olvidadas,
se recomponen a la más mínima sospecha.
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