viernes, 6 de diciembre de 2013

El Infierno


         Allí acabó condenado para la eternidad Luzbel, rebelde querubín, que desde entonces cambió su nombre por Lucifer para ocupar el trono del Príncipe de la Tinieblas. Pasó de ángel a diablo por pretender igualar en sabiduría a Dios. Desde entonces, él y sus seguidores no tienen otro objeto que reclutar almas para torturar en el fuego eterno.
     
         La teología moderna rompe con la imagen tradicional del infierno, que no era sino una adaptación de la mitología griega: el inframundo de Hades. De todas formas, mantiene su concepto, explicándolo como un estado de eterna tristeza en el alma al tomar conciencia de su distanciamiento de Dios.

         Este giro conceptual, en efecto, actualiza la exposición imaginaria del castigo eterno que no el destinatario de la amenaza. Igual da fuego que distancia, aquel que ose equiparar su ciencia a la de Dios recibirá merecidamente su pena.

         Hay un punto en el conocimiento en que Ciencia y Religión son enemigas. Por eso se sigue satanizando a todo aquel que trabaje por resolver los secretos del universo, especialmente si intenta descifrar el misterio de la vida y la muerte.

 

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo. Hay muchos religiosos que se dedican a la ciencia y no se oponen a Dios. La religion no va en contra de la ciencia. No creo que los cientificos vayan al infierno por investigar.

Ledesoh dijo...

Haces referencia a una religión aburguesada, que acepta el terreno perdido. De todas formas todos los científicos creyentes anteponen sus principios religiosos a sus hipótesis de investigación por lo que sus trabajos no pueden sobrepasar esos límites. Si recorremos la historia es fácil encontrar miles de ejemplos en los que la religión ha perseguido al investigador.

Anónimo dijo...

Viene al caso Pierre Theilard de Chardin. Después de ser condenado y admirado alternativamente por la cúpula vaticana, lo imagino enloquecido errando del cielo al infierno eternamente.