martes, 15 de septiembre de 2015

Legado


        Cualquiera de nosotros, llegada su hora, dejará alguna reliquia para los que le acompañaron en la vida. Solo ellos sabrán darle el valor que merece cada prenda: un anillo, una medalla, una foto dedicada... Pero frente a todos los objetos que podamos legar, más valiosas y más duraderas están nuestras frases, palabras de las que quien las reciba jamás se deshará.

        Da lo mismo que hayan sido escritas por autores consagrados o pronunciadas por desconocidos anónimos. Siempre se recuerdan dichos de los padres, de profesores, de amigos, de todos aquellos de los que se aprendió para afrontar la vida. Esa es la verdadera herencia que no necesita relicario alguno para guardar porque fue grabada en el alma.

Mientras que cualquier otro bien confirma la fugacidad de la vida y la tristeza de la ausencia, estas sentencias y reflexiones, hermosas enseñanzas recibidas en momentos puntuales con los años desafiando el paso del tiempo resuenan como un eco en la mente y hacen recordar el aroma vivo de los seres queridos o admirados con todo su encanto.

Porque el que transmite saber siempre sobrevive en sus herederos.

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