miércoles, 9 de septiembre de 2015

Aceitunas


         Cuentan de Calos III que en una visita a Segovia le hablaron de un ciudadano que era el orgullo de su población. El rey, el mismo que había fundado la Real Academia, organizado los primeros museos con la idea de transmitir la cultura al pueblo y erradicar la superstición se interesó por conocer a tan popular personaje. Y fue ahí su sorpresa cuando en un alarde de puntería y alentado por el regocijo de sus paisanos el famoso segoviano escupió huesos de aceituna acertando en tinajas a una considerable distancia. Entonces el rey sentenció tráiganle dos arrobas de aceitunas más y que siga practicando  para marcharse sin perder más tiempo.

         De eso hace mucho, pero la gente sigue admirando esas habilidades inútiles, fruto más del aburrimiento que del ingenio. Constantemente se organizan exhibiciones, concursos y premios. Han alcanzado tanta popularidad que se han convertido en el medio de vida de muchos y en una industria productiva para un sector de la sociedad. Las televisiones reúnen a disparatados concursantes e incluso hay una publicación que oficializa los records más absurdos. Mientras los programas culturales se refugian en las cadenas minoritarias y sobreviven en la intempestiva nocturnidad.

Hay que reconocer que Carlos III fracasó en ese aspecto. Habrá que seguir repartiendo más aceitunas.



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