viernes, 18 de septiembre de 2015

Apátridas


Si los apátridas uniesen sus voces y clamasen su universalidad con todas sus fuerzas acabarían derribando las fronteras hasta confundirlas con el suelo igual que las trompetas de las gentes de Josué con su estruendo derrumbaron las murallas de Jericó.

Nacemos desnudos y apátridas. Después el pudor nos viste y el miedo nos entrega a una tierra para que bajo el rigor de sus leyes y tradiciones nos absorba a través de sus raíces, nos inmovilice el cuerpo y bloquee el espíritu hasta anular la conciencia de ciudadano universal. Así, una vez integrados en una patria el corazón vibrará al son de un himno y los temores se cobijarán bajo el manto de una bandera tan estrecha y limitada que nos hará desconfiar de los que vivan fuera de ella.

Los apátridas se despojan de esa identidad artificial impuesta para recuperar un alma nómada que les permita sentirse más próximos al resto de los seres humanos, hablen, recen o vivan de maneras muy diferentes. Porque un apátrida entiende de lo que comparte y no de lo que le diferencia.


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