De transmitir esperanzas de mejora a contentar a todos hay una gran diferencia.
Antes suenan las palabras y después se presentan los hechos. Y casi siempre les
separa una importante distancia.
En materia de gobierno la peor
política sin duda es la que pretende contentar
a todos. En una sociedad como la nuestra, desigual y plural, donde los
ciudadanos forzosamente convergen en una convivencia de ideologías enfrentadas
e intereses opuestos, no se puede contentar
a todos y, si me apuran, ni si quiera a una amplia mayoría.
En España los nuevos partidos
aglutinadores de desencantados e indignados abanderan una propuesta ambigua e
imprecisa donde quieren dar cabida a todas las críticas orquestadas en un acoso y derribo para cambiar el
gobierno.
Ahora ya viendo su objetivo casi en sus
manos deberán transformar su indefinido discurso en decisiones y acciones. Y si
insisten con su idea de contentar a
todos comprobarán que en materia de política caerán en las contradicciones
y sinsentidos y por consiguiente provocarán el descontento generalizado. Porque
el que quiere contentar a todos no
contenta a ninguno.
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