Existe
un universo mágico de hadas madrinas que no estuvieron invitadas en ningún
bautizo, sapos aspirantes a príncipes condenados de por vida a una charca,
gnomos alevosamente esclavos durante la nocturnidad y setas, sobre todo setas
de mil sabores.
Al
mercado concurren diversos tipos como la liga de champiñones, alineando su
cabezón blanco y siempre tronquicortos, los rebollones, franjinegros y
aspirantes a sombrilleros o las oscuras y redondas trufas, prohibitivas por
asumir precios galácticos. Y junto a ellas, las setas maléficas. Vienen
camufladas de inocencia y cargadas de pócimas sin antídoto.
Dicen
que dentro de las setas tienen su hogar los duendes. Imagino que se refieren a
las alucinógenas. Sus efectos inspiran sonidos con colores y luces con melodías
cuando sutilmente se acomodan en el alma. Nos invitan a viajar con Lucy hacia
el cielo en busca de diamantes, sumergirnos en mares como el de la Nada o el de
los Agujeros dentro de un submarino amarillo para llegar finalmente a la Tierra
de la Pimienta en plena revolución
psicodélica.
Todo un
mundo paralelo.
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