sábado, 26 de abril de 2014

Misericordia


La moral cristiana distingue entre misericordia y lástima. Quizá sea una cuestión de empatía ya que el dolor y la miseria humana incitan a muchos a actuar por pena, mientras que un buen cristiano lo debe hacer a través del amor a Dios.

Repasando las obras de misericordia encontramos situaciones tan cotidianas como dar de comer al hambriento, cuidar a los enfermos, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, enseñar al que no sabe, liberar al cautivo, dar consejo al que lo necesita o enterrar a los muertos que actualmente siguen reclamando la intervención de las innumerables ONG exigiendo un mínimo de dignidad para un mundo más humano. Ni lástima ni misericordia: justicia.

Pero también esas necesidades han dado pie a rentables y mundanas actividades para reforzar las diferencias entre clases sociales. Porque ahí están los restaurantes de la Guía Michelin, las clínicas privadas, la moda fashion, hoteles de cinco estrellas, colegios y universidades elitistas, bufetes de abogados sin escrúpulos, literatura de autoestima y sofisticadísimas funerarias... todos han montado su gran negocio sobre las circunstancias humanas más elementales.

         Y es que mientras los pobres aman, los ricos pagan.

 

 

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