lunes, 20 de enero de 2014

Intrahistoria


La Historia se escribe desde los documentos y por ello debemos exigir a los historiadores que se ciñan a ellos, que no los interpreten ni los manipulen. Que respeten las circunstancias en que se redactaron, que nos los transmitan con respeto y fiabilidad... que sean historiadores.

Porque nosotros, con nuestro día a día, y con nuestro sentimiento colectivo ya damos vida a esa intrahistoria que Unamuno supo señalar en los personajes anónimos.

Son las pequeñas hazañas cotidianas que no están documentadas, que ni siquiera ocupan un breve espacio entre las reseñas de un periódico. La intrahistoria se conforma con un pensamiento compartido al que se responde no siempre unívocamente. Podríamos encontrar como ejemplos los bancos de alimentos, ayudas espontáneas entre ciudadanos o las mismas ONG.

Pero, al igual que los malos historiadores adulteran el valor del pasado, también hay quienes saben sacar partido de la intrahistoria. Como los falsos líderes que tienen la habilidad de infundir sus ideas en un público receptivo y, una vez ahí infiltradas, con la masa identificada con ellas, las retoman asumiendo una representación popular claramente dirigida. También podemos proponer algún triste ejemplo: Hitler o cualquier tipo de nacionalismo.

 

 

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