viernes, 17 de enero de 2014

Esquilache


         Leopoldo de Gregorio, mejor conocido como marqués de Esquilache, pasó a la historia moderna de España por la puerta de atrás. Con la intención de combatir la suciedad y la inseguridad que se imponía en el Madrid de Carlos III, aprovechando la confianza que en él dispuso el Rey Alcalde, trató de llevar un programa de modernización de la ciudad que incluía la limpieza, pavimentación y alumbrado público, además de corregir ciertas vestimentas que permitían ocultar el rostro y armas, como la capa larga.

         En marzo de 1766 más de un tercio de los madrileños salieron a la calle indignados por estas medidas. La movilización popular llegó a amenazar al propio rey, el cual, en un gesto de debilidad, acabó desterrando a su revolucionario ministro. Consiguieron eso, la expulsión del ministro, porque sus propuestas tan solo fueron retrasadas: eran necesarias.

         Hoy los grupos de oposición de los ayuntamientos también incitan revueltas ciudadanas para frenar aquellos proyectos de futuro que desafían un asfixiante pasado urbano. Casos como el Cabañal en Valencia o el más reciente del Gamonal de Burgos sirven para confirmar que este recurso sigue en liza.

         Lo malo es que se utiliza sólo para desgastar a quien manda, porque, desgraciadamente no responden al verdadero descontento social. Así como en el s. XVIII fue la hambruna de los madrileños, en la actualidad es la corrupción política y el paro lo que predispone al pueblo a protestar contra cualquier tipo de cambio, incluso contra lo que en un futuro próximo le hará la vida más cómoda.

 

 

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