Se mantienen vivos gracias a una
costumbre demasiado arraigada. El diccionario ofrece una amplia gama de
términos que van desde los rumores y las habladurías, hasta el tradicional
cotilleo. El caso consiste en hablar de los demás, especialmente sin fundamento
ni motivo. Es cuestión de ir contando chismes,
sin más.
La descripción de un chismoso se perfila con mucho aburrimiento,
baja autoestima y bastante envidia, porque los chismes arrancan siempre con la mala intención de difamar. Pocos, o
nadie, se libran de los chismes. Un
mal endémico instalado en nuestra sociedad, aunque como todo, también tiene su
enseñanza: el que levanta chismes
bien seguro está de que de él otros se encargarán de airear lo que más le
moleste.
El buen juicio aconseja desoír esos
comentarios gratuitos, pues la experiencia dice que desmentir un chisme significa ratificarlo ante un
jurado popular deseoso de condenar a la víctima. La mejor manera de combatirlos
consiste en no participar de ese juego, porque, hasta los chismosos se cansan de sus propios chismes.
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