Una de las facetas del ser humano más despreciables
es su capacidad de hacer daño por placer. Es una retorcida ecuación donde el
sometimiento al dolor y a la humillación del rival hace engrandecerse al
verdugo, que se cree más poderoso, máxime si es ovacionado. Es una vertiente
oscura que reside en nuestro fondo y de la que la razón se encarga de
liberarnos.
Qué más da que el ritual se realice sobre otro ser
humano o un animal. No hay nada que justifique este tributo al suplicio. No es
una ceremonia religiosa como lo eran los sacrificios humanos, no es una
metáfora de la vida como pretende ser el arte; la tauromaquia es simplemente
una cruel técnica de matar en tres tercios: varas, banderillas y muerte. Solo
el morbo y el riesgo sostienen ese espectáculo.
Pongamos los conceptos en su sitio, ordenemos las
ideas, apliquemos coherencia. No se puede hacer una fiesta de una carnicería.
2 comentarios:
Los toros son parte de la cultura y será muy difícil prohibirlos.
En nuestro forma de hablar hay expresiones racistas y machistas porque también son parte de nuestra cultura. No es cuestión de prohibirlo, sino que se trata de educación y respeto.
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