La religiones llamadas apocalípticas amenazan constantemente a sus creyentes con el fin
del mundo como consecuencia del triunfo del mal. Detrás de ese mensaje de
destrucción absoluta subyace un efecto aterrador, de tal manera que si no se
cumple con todas sus normas la perdición es eterna. Las religiones ocupan el
plano de la metafísica, la filosofía y las propias creencias del individuo. No
aportan datos ni les hacen falta. Les basta con esa profecía terrorífica que es
el Apocalipsis.
Los científicos también muchas veces confunden su
objeto de estudio y en su afán de divulgar sus trabajos son capaces de transmutar
cálculos en profecías. Es lo que hacían en la antigüedad brujos y sacerdotes
revistiendo sus conocimientos de astronomía
con una aureola religiosa.
Por eso, para muchos, la manipulación apocalíptica de los estudios
científicos sobre el cambio climático les está permitiendo infundir el terror
en el público llevándole a una tendencia conservadora y regresiva sin
precedentes.
Aceptémoslo tal y como es: el cambio climático
sucederá por una u otra causa. No nos flagelemos con sentimientos de
culpabilidad ni neguemos a ninguna nación su derecho al desarrollo. Al fin y al
cabo, todo cambio lo único que exige es capacidad de adaptación. Es la ley
máxima de la naturaleza.
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